Por: Abel Guelmes Roblejo
Escribir es un acto de rebelión contra la realidad, dijo Mario Vargas Llosa, y cuando leí el Premio Ciudad de Santa Clara 2022 Crónicas del barrio, de Jorge Luis Mederos (más conocido como Veleta) no pude pensar otra cosa que: este es un libro rebelde. ¡Este es un premio de verdad!
Publicado por la Editorial Capiro en 2023 y presentado el 2024, pienso que este es un libro que trascenderá en la historia. No solo en la historia del Condado ni la de Santa Clara, sino que pasará a ser una fotografía de los barrios menos favorecidos, los marginales, barrios cualquiera de la Cuba de hoy.
Como en un Macondo personal, Veleta retrata varias escenas de su barrio (tu barrio, el mío) en cada momento del día (Mañana, Tarde y Noche). Las retrata del mismo modo en que las VE. Así, en mayúsculas. Porque no es el “ver” solo con los ojos, sino que va más allá. Es ver con el alma, con el cuerpo, con el dolor.
Crónicas del barrio es un libro hermoso escrito en tono de realismo sucio. Es un libro de amor. Es una compilación de textos crudos, sinceros, escritos desde una mirada crítica y el sentido de pertenencia de un hijo de ese barrio. Barrio cubano, y por esa razón no creo que hubiera una mejor forma de escribirlo que con décimas. Las décimas cubanas tan ideales para el humor y el amor. Las décimas que, por su propia naturaleza musical, le otorgan mayor belleza a los textos; mayor profundidad al mensaje.
Este es un libro de amor en todas las de la ley. Verso a verso Veleta fue describiendo a su amado barrio y lo desvistió prenda por prenda; besándole la piel desnuda y sus cicatrices.
¿Cómo que es un libro hermoso escrito en realismo sucio? ¿Cómo se concibe la asociación de lo sucio con lo hermoso? ¿Palabras como asco, muerte, vertedero, mierda, en algo bello?... se podrán preguntar, y la mejor respuesta me la dio un día el joven escritor Eduardo Daniel Rosell Herrera: “Es que Veleta es un tronco de poeta. Por eso es”.
Su punto de vista es incuestionable y no hay otra mejor forma de responder.
Crónicas del barrio es un libro cubano y escrito a lo cubano donde se plasma cada elemento de nuestra cultura. Veleta inicia el libro con una sentida plegaria (a modo de prólogo) a la Virgen de la Caridad, patrona de todos los cubanos, y solo con estos versos, solo con esta imagen basta para que el autor describa el modo en que se vive en el barrio:
Baja tus ojos al suelo
de una ciudad rota y mustia
que te comparte su angustia
con la mirada en el cielo.
Esta es una imagen recurrente a lo largo del cuaderno. De esa forma inicia el libro antes de describir la “Mañana”.
Lo religioso, sea de la religión que sea, (aunque se enfoca más en la yoruba y católica) es un elemento recurrente en esta parte. La plegaria ya nos lo anunciaba. Pero en este caso es abordado, mayormente, desde el punto de vista de aquellos que fueron abandonados por Dios en este rincón del mundo; la incertidumbre de los planes de Dios para con nosotros los mortales. Dios omnipresente en la fe del que padece, pide y espera.
Se pierde el barrio, se pierde
de un gris terrible en las zonas
del dolor y las personas
que con los brazos abiertos
gimen, con ojos desiertos:
“Padre… ¿por qué me abandonas?”
Son esa dupla inseparable de Dios y hombre… casi tan inseparable como el hombre y el pan, las que también aparecen presentes en el libro como leitmotiv… como personajes.
Esta hermosa crónica comienza en la mañana como si el sujeto lírico, o el autor, hubiera salido de la casa a caminar y describiera todo al alcance de sus sentidos: el pan, los charcos, los caballos, el amanecer, la fe, los juegos, las incongruencias y, sobre todo, a ese Hombre Nuevo[1] que ha crecido en este (estos) barrio(s).
A pesar de ser un libro escrito en un estilo bastante directo, hay un uso muy rico de la analogía y las metáforas de situación, bien fino y elegante. Este es un recurso muy empleado, no solo en esta primera parte de las Crónicas del barrio, sino que aparece y enriquece al texto dándole esos niveles de lectura tan ricos que agradece el lector inteligente.
Sigue caminando el sujeto lírico y cae la Tarde sobre él. Llega a su casa y describe desde ella. Lo hace como si observara de la ventana o sentado en el portal. Te invita a su hogar. Un hogar que podría ser el de cualquier cubano (como en Macondo).
“La Tarde” es, quizás, la parte más triste, cruda y dolida del libro. Esta se enfoca en la miseria humana y económica de muchos.
El cubano es conocido por su hospitalidad, por compartir lo “poco que tiene”. Esto es, muchas veces, un eufemismo que Veleta menciona por su nombre: miseria. Así que el sujeto lírico te invita a la suya; tomándola como molde del resto del Condado, invitándote con un “cruce bajo su dintel de escombros”. Veleta, al describir esa casa, describe al cubano, su idiosincrasia, a la necesidad de estos barrios, a la intemporalidad que se descubre en hogares del siglo 21 con adornos y muebles de otras épocas (quizás más prósperas). “Tiempos mejores”, algunos le llaman.
El sujeto lírico mira desde su casa hacia esas habitadas por viejos solitarios, perros callejeros, las fiestas religiosas (único momento con aparente alegría en la Tarde), la depresión, el río, la lluvia. En todos estos títulos u objetos literarios descritos, se ve ese hilo común del abandono, de la soledad, la violencia y la búsqueda incesante de un motivo de alegría… donde sea que se pueda.
A pesar de ser de Tarde, esta es una sección gris, melancólica. Nunca soleada. Quizás por eso el autor la cierra con un poema dedicado a la lluvia. Ese elemento que limpia, da vida y alegría; es utilizado de un modo tan magistral que, al igual que el agua, el sujeto lírico se va escurriendo por los resquicios y develando aquellas miserias ocultas a simple vista.
Cae la Noche, en el Condado.
Para hacer énfasis en la oscuridad, el autor comienza esta tercera sección del libro con un poema dedicado al terrible y habitual “Apagón”. (Hecho tan atemporal como los propios objetos de las casas.)
Y desde este texto comienzan a aparecer, de forma más directa, las personas en el barrio. El cronista describe desde su visión, sus (nuestros) temores, a esos personajes que emergen cuando se oculta el sol: el ladrón, los borrachos, las madres, los llantos de los recién nacidos, los autos, etc. Pero lo más llamativo de esta última parte son los “homenajes”, los poemas dedicados a personas, vecinos del barrio que son importantes para este autor.
Importantes por diversas razones. En Luisito se ven reflejados esos muchachos que siempre vemos sentados en las aceras, sin estudiar, con ínfulas de maleantes y con el sueño de, algún día, abandonar el país.
Yania es el doloroso recuerdo, la denuncia de aquellos males vigentes en nuestra sociedad: la prostitución y embarazo adolescente. Males sociales que afectan al mundo entero y de los que hay necesidad de hablar; de tomar consciencia.
Ella es el barrio, el legado
su producto interno bruto;
y su hijo será fruto
de otro fruto castrado.
Elianet es una persona muy querida. Cada cubano tiene al menos una Elianet. Un ser querido que ha dejado esta isla para irse a vivir al extranjero. Esta crónica es el homenaje que le hace el autor a esta mujer en específico y a todo lo que en ella se ve representado para el lector.
Y cierra de lujo el sujeto lírico este cuaderno, como toda crónica, haciendo un resumen de lo que pudo leerse/verse en esta sección, en el libro. Un resumen de imágenes que nos recuerda a las palabras de Teresita Fernández en su canción “Lo feo”. Un resumen de esos sentimientos de amor, nostalgia, esperanza, miedos, del sujeto lírico.
Crónicas del barrio es un libro escrito con lenguaje directo, sencillo, pero nunca simple. Con estos poemas, metáforas, analogías y múltiples niveles de lecturas, no puede ser un libro simple. No es una lectura simple. Veleta es un maestro del lenguaje, de la poesía. Sabe cómo transformar escenas cotidianas en reclamos, denuncias escrita a punta de pluma, pero que viajan como balas cortando la piel más dura, como navajas sevillanas.
“Escribir es un acto de valentía”, se nos ha dicho en muchas ocasiones y este libro lo prueba. Este es un libro valiente escrito por un hombre valiente que no teme. No teme a regresar a las formas convencionales y a decir lo que siente. No teme alejarse de los modernismos, de las modas; y viaja, como Carpentier, a la semilla. Utiliza la décima convencional, tradicional. Regresa a esos tópicos y tragedias que han acompañado (y acompañarán) a los seres humanos desde el inicio de los tiempos. Regresa a las formas costumbristas, al romanticismo de antaño… y actualiza todo. Rompe con todo, utilizando la vieja escuela para crear una nueva. Utiliza los sentimientos del Hombre Nuevo de hoy día.
El autor no busca que la forma sobrepase al contenido, sino que sea este el protagónico. Jorge Luis Mederos, “Veleta”, busca y consigue que el lector no se pierda ante la parafernalia de los adornos, de la forma rebuscada, del contenido paja. Veleta ha escarbado, limpiado toda la maleza y deja que el oro brille por sí solo. Utiliza la palabra precisa en cada momento, sin sugerir ni utilizar ambigüedades.
Generalmente en las reseñas o críticas se debe dejar aparte las valoraciones personales, pero en este caso no puedo ni quiero evitarlo. Es mi deseo dejar la constancia por escrito: Este es un librazo increíble. Un texto de esos a los que regresaremos los cubanos dentro de 100 años para ver, sentir y revivir cómo era(n) nuestro(s) barrio(s). Una foto de la realidad cubana. Sencillamente: brutal.
Al pan, pan, y al vino, vino.
[1] Hablar de El Hombre Nuevo es algo recurrente en los libros de Jorge Luis Mederos. Son varios textos donde son mencionados y/o descritos.
Una crónica tan cruda y dura, como necesaria