Suimgggg... bagg, bagg, bagg... una trompeta gotea color

Por: Reydi Zamora Rodríguez

Palabras del catálogo a la exposición personal realizada por Bobby Carcassés en el Centro de Interpretación de la Cultura del Café Casa Dranguert en Santiago de Cuba.

                                                                                                         

No estamos ante una exposición —no del todo. Esto es un muestrario. Un compendio orgánico, palpitante, como el ritmo escondido en el pecho antes del primer golpe de tambor. Aquí cada trazo es un riff, cada mancha una síncopa. Aquí no cuelgan cuadros: vibran, se balancean en la cuerda floja del tempo vital de Bobby Carcassés.

Porque Bobby no pinta. Bobby swingea. Improvisa con pigmentos como con escalas, zigzaguea en el lienzo como en el pentagrama. Lo suyo no es técnica: es trance. No es academicismo: es abducción de lo real para volverlo espíritu, canto, coro, ruido, bagg, bagg, bagg… La línea no delimita: respira. La figura no representa: flota. El color no decora: arde, interroga, se descompone y recompone en un fraseo abstracto.

Este muestrario —jam de lo visual— nos introduce a un Bobby plural. No el jazzista solamente (aunque siempre), sino el artífice que ha entendido que la vida es un gran escenario y el arte, su scat. Bobby pinta como canta: con los ojos cerrados, con el alma abierta, con los dedos convertidos en baquetas. Dibuja como respira: entrecortado, libre, a tiempo y contra él.

Cada pieza aquí es un solo. Un instante detenido en una eternidad de sonidos visuales. Un mural es un tambor, un retrato es un lamento de saxo, una figura geométrica es una línea de bajo tum-tum-tum escondida detrás de los silencios. Y en ese caos armónico, el artista nos revela su credo: todo es ritmo. Todo vibra. Todo es jazz.

Y como en el mejor bebop, lo importante no es la nota, sino lo que ocurre entre ellas. Así también, lo que resuena en esta muestra no son solo las imágenes, sino los intersticios: las pausas, los quiebres, los errores hermosos que solo un maestro sabe dejar entrar sin pedir permiso.

Improvisar es vivir, dice Bobby, y vivir es un arte que no se aprende: se siente.

Así que, querido espectador, no mire —escuche. Escuche con la vista. Deje que este muestrario le sacuda el tempo interno, le descoloque el paso, le haga danzar por dentro.

Scraaaabap!!!

La pintura se convierte en grito.

Tum-tum-tum... suimgggg...

El trazo, en alma.

Y al final —cuando crea que entendió algo— cierre los ojos y vuelva a empezar.

 

 

AHS 24 de julio de 2025
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