Por: Miguel Castiñeira
Dime qué debo cantar, ¡oh, Algoritmo!
Sé que lo sabes mejor
Incluso que yo mismo.
Jorge Drexler
En la esquina roja, toda una maquinaria diseñada para secuestrar nuestra atención, para pensar por nosotros; en la esquina azul, un cerebro humano con pocas herramientas para enfrentar a ese contrincante que algunos llaman algoritmo y otros, como Jaron Lanier, Incordio. Si fuéramos conscientes de cuánto nos está mutilando el abuso de la tecnología, quizá nos pondríamos nerviosos al punto de salir corriendo a buscar el celular más cercano, activar los datos móviles y pasar un par de horas haciendo el inútil y narcotizante scroll. Pero más que preguntarnos cómo debemos enfrentar este escenario tecnológico, pienso que debemos preguntarnos cómo podemos ayudar a nuestros niños a sobrellevar una situación que los —y que nos— supera.
Por algunas de estas interrogantes navega El celular encantado (Editorial Capiro, 2022), de la escritora artemiseña Olga Montes Barrios. Se trata de una obra que de seguro sentará un precedente por su manera de abordar un tema tan complejo como el algoritmo desde las armas que ofrece la literatura para niños y jóvenes. La adicción al teléfono, también conocida como nomofobia, se enfrenta con un discurso aparentemente fantástico, pero que logra explicarnos la realidad con una sencillez pasmosa. Al punto de que hasta un adulto podría entenderla.
No es la primera vez en la historia de la humanidad que aparece una reacción casi romántica al avance de las nuevas tecnologías. Recordemos, en primer lugar, el viejo conflicto del hombre contra la máquina. La infoverborrea —el término es de Tom Wolfe— de quienes pregonan un futuro de ciencia ficción a la vuelta de la esquina encuentra una contraparte en el grupo que intenta rescatar el culto por la naturaleza, por lo artesanal, que intentaría regresar a las cavernas —si le dieran la menor oportunidad. Este libro no se ubica en ninguno de los dos extremos: Olga Montes intenta convencer a sus lectores de que el gran poder de la tecnología conlleva una gran responsabilidad, pero también nos abre las puertas a un mundo de posibilidades. Montes desarrolla este pensamiento de la mejor manera: con una historia ejemplarmente construida, donde las ideas no se explican: se muestran. Al más puro estilo cinematográfico que tan bien domina la —también— guionista audiovisual.
El celular encantado tiene un antecedente concreto en la trayectoria editorial de la escritora. Me refiero a Un mensaje sin leer, Premio La Edad de Oro en 2018, que apareció poco después bajo el sello de la Editorial Gente Nueva y que, al decir del periodista Dairon Martínez Tejeda, está integrado por “seis cuentos que intentan retratar el acontecer diario en la vida de niños y jóvenes de hoy y su vínculo con las nuevas tecnologías”.[1] Quizá en este tema la autora haya encontrado un nicho interesante para la creación literaria. En cualquier caso, sabemos que el abordaje del conflicto infancia-nuevas tecnologías no agotó, en Un mensaje sin leer, la totalidad de las ideas que Olga Montes necesitaba expresar. Muestra de ello es la publicación de El celular encantado, que obtuvo en 2020 el Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara.
La protagonista de El celular… no cae en los maniqueísmos de otros personajes de la literatura infantojuvenil. Ni siquiera podemos ubicarla en alguna categoría al uso. Los numerosos defectos de Lara hacen que sus escasos valores puedan brillar con mayor intensidad. No obstante, la autora traza un arco de evolución que nos permite encontrar al final del camino a una niña casi completamente distinta. En el trayecto podremos admirar la gracia con que nos narra la escena de su batalla contra las rosas o aquella que identifica como "el concejillo familiar":
El concejillo de hoy ha sido convocado con urgencia. Lo ha dispuesto mamá. Ha entrado en mi habitación sin yo esperarlo y ha descubierto mi secreto. O sea, me ha visto jugando con Cel. ¡Estoy perdida! No he tenido tiempo de esconderlo. No se me ocurre ninguna mentirijilla piadosa y ella me ha mirado con los ojos más grandes que he visto en mi vida. Nada me puede salvar. Mi padre y mi hermano han llegado corriendo, alarmados, ante sus gritos. Ninguno esperaba un acontecimiento como este.[2]
Pero en el principio fue el lenguaje. Quiero decir: en el principio, lo que llamó mi atención de la novela El celular encantado fue el lenguaje. Términos como cel, cole, lonchera, guay, parecen sacados de una “peli” de Disney Teens doblada al español, estilo Camp Rock o High School Musical. ¿Sucede acaso que la trama de El celular encantado se desarrolla fuera de nuestros predios? ¿Sucede que la autora pretende valerse de una nueva vulgata literaria, parodiando un término de Burdieau, para llegar a lectores de otras latitudes? Todo eso estaría muy bien, digo: muy mal, si no fuera porque la realidad ha comenzado a moverse en esa inesperada y homogénea dirección. El recurso de emplear un vocabulario estándar para los personajes de este libro se vuelve una salida casi naturalista en un tiempo tan desnaturalizado como el que nos ha tocado vivir, donde nuestros hijos se parecen más a su celular que a sus padres. Sin embargo, reconozco que un empleo menos reiterativo de este recurso le hubiera otorgado a la obra un poco más de naturalidad en el tono.
Aunque en otros terrenos resulte un obstáculo, sabemos que en el arte la multiplicidad de sentidos, la ambivalencia, es un valor. La narradora de esta historia nos cuenta los hechos "tal cual sucedieron". Sin embargo, de antemano aclara que suele modificar la anécdota a su antojo. La ficción tiene algo de lúdico, de infantil. En la mirada de Cortázar se mezclaban fantasía y realidad. Así ocurre también con el personaje de la novela. Sin embargo, las piezas se unen al final. Incluso las que parecían menos significativas.
¿Cuál es la verdadera historia de El celular encantado? Pienso primero que es la de una niña que intenta encubrir un robo con esa versión disparatada de los hechos. Pienso que puede ser una historia fantástica donde sí existe un celular encantado. Obviamente, la verdadera trama es la suma de ambas perspectivas. Un argumento sencillo oculta, aunque nos lo muestre a intervalos, el pequeño drama cotidiano que deberá enfrentar la infancia de ahora en adelante. En esta novela los niños encontrarán la aventura, la magia. Pero también un mensaje sobre la importancia del equilibrio, del no dejarse llevar, del no dejar que otros piensen por nosotros.
¿Podríamos imaginar una sociedad donde los profesores no enseñen, donde los estudiantes no estudien, donde los escritores no escriban? Una sociedad donde todos vivimos para la tecnología, en lugar de la tecnología para nosotros, ¿podríamos imaginarla? En El celular encantado un extraño artilugio subvierte la cotidianidad de los personajes. Al velo de Maya se le suma una segunda cortina. Ya ni siquiera logramos entrever las apariencias.
Más que de “El mundo en que vivimos”, El celular encantado nos habla de otra asignatura no menos pendiente y que quizás deberíamos llamar, sin temor a que nos tilden de hiperbólicos, “La inercia en que vivimos”.
[1] Dairon Martínez Tejeda: “Un libro para reflexionar en familia”, Venceremos, Guantánamo, 6 de diciembre de 2022. Recuperado de https://www.venceremos.cu/guantanamo-cultura-noticia/28987-un-libro-para-reflexionar-en-familia
[2] Olga Montes Barrios: El celular encantado, Editorial Capiro, Santa Clara, 2022, p. 77.
La inercia en que vivimos