He visto llegar a Yasmany, y hacerlo para quedarse

Por: Abel Guelmes Roblejo


He visto llegar a Yasmany González Hernández. Lo vi llegar pisando bien fuerte con su libro He visto llegar a los soldados, premio Mangle Rojo 2022, publicado por Ediciones Áncoras 2023.

Yasmany regresa al pasado y nos trae actualizada la poesía aquella con aliento a los grandes poemas épicos como el Cantar del Mio Cid, Beowulf, la Ilíada o, incluso, la Biblia misma. Yasmany vuelve a un tema clásico: la guerra; pero vista desde un punto de vista actual, distinto y distintivo. En He visto llegar a los soldados aprovecha esa riqueza musical y emocional que tiene la poesía épica. Al leer sus poemas nos parece estar escuchando la voz de aquellos bardos que iban de pueblo en pueblo cantando sus epopeyas.

Parte de este pacto ficcional al que nos compele el autor se debe en gran medida a la utilización de varios recursos narrativos y poéticos para alcanzar la atmósfera deseada. El uso exquisito y bien equilibrado de los símiles, sinécdoques, metonimias, la traslación de sentidos por analogías o trasposición (entre otras metáforas), la elección de la poesía fantástica para hiperbolizar y profundizar en nuestro entorno, junto a una fina ironía, crean la base ideal para romper las barreras de la realidad y jugar con ella. Funcionan mejor para extrapolar al sujeto lírico y poder hablar desde la mayor libertad.

Como toda buena historia épica, Yasmany comienza con “De fundar y destruir una ciudad”. Esa ciudad/Patria que crece en todos nosotros y nos duele o nos alegra la vida. Ciudades que tienen techos construidos con los pecados que lanzaron sus primeros habitantes. En esta primera sección del poemario la ciudad funge en ocasiones como personaje dentro de la historia; también como aquel lugar donde se desarrollan los mayores y terribles combates.

He visto llegar a los soldados, como todo poema épico nos relata combates, peleas, guerras. También las secuelas de ellas, a los victimarios y a sus víctimas. Nos describe la idiotez persistente de cada una. El autor logra transmitir esa agonía, esperanza y hasta los traumas y proyecciones sicológicas de aquellos (soldados o civiles) envueltos en estos conflictos. Yasmany nos cuenta estos épicos combates desde varios puntos de vista poco convencionales o habituales para estos temas. Este es un detalle que me remite de una agradable manera al modo en que el Maestro Eduardo Heras León lo hiciera en su momento con su libro Los pasos en la hierba.




La segunda parte del cuaderno son esas “otras guerras”. La lucha del escritor por escribir, la falta o exceso de la circulación de ideas, el cerebro atolondrado, “atorado” de algún modo; el combate continuo contra las faltas (de todo lo moral, ético y material), la escasez, la cotidianeidad, el hambre… en fin, Yasmany trata a la vida como lo que es: como un campo de batalla más.

Este campo de batalla puede ser el nuestro, el de países con mayores recursos o incluso, aquellos envueltos en las guerras actuales. No importa. He visto llegar a los soldados los abarca a todos, como soldados que somos, al fin y al cabo.

En la tercera parte del libro el autor viaja más a lo sicológico, a lo personal y cotidiano. Nos muestra ese sentimiento, esa atmósfera de asfixia que puede provocar/nos estas guerras a nosotros, los soldados de la vida. Donde a veces las medidas más extremas pueden parecernos lo más oportuno o correcto. Esas vías fáciles y erradas que algunos eligen para escapar, porque sus mentes no alcanzan para más; porque están cansados de pensar en cómo ganar cada combate que nos propone la vida. Pues de tanto usar el pensamiento, incluso cuando dormimos: en qué llevar a la mesa, en cómo facilitar el trabajo, en qué merendarán los niños, cómo vestirlos (vestirnos) y demás batallas del día a día, el cerebro se agota.

Y de pronto leemos en He visto llegar a los soldados, como solo nos preocupa lo extraño de sobrevivir, aunque sea comiendo pan y aire. “Tajadas de aire” como dicen las madres y abuelas. Y es el ojo clínico de Yasmany González el que ve cada una de estas batallas y las transforma en algo hermoso, en algo poético. El autor logra convertir esos estropicios en poesía tan necesaria como ese pan y la vida misma. Tan necesarios como este libro.

Porque alcanza a ver la realidad tal y como es, con esa sensibilidad y fortaleza emocional que pueden alcanzar los soldados de la vida; soldados vencedores de cada combate. De ese modo Yasmany ha visto llegar y pasar a los soldados, a la vida, las victorias y derrotas. Ha visto pasar de todo frente a sus ojos en constante escrutinio. Tanto ha visto, que incluso, entre esos soldados, se ha visto llegar a él mismo, y luego seguir de largo. 

AHS 13 de febrero de 2025
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