Espuelas blancas como el cristal

Por: Abel Guelmes Roblejo

El hombre siempre debe ir en busca de su propia entelequia. Así escribió José Ingenieros en su libro El hombre mediocre, y creo que es lo que buscó el escritor Darién Peña Prada con Espuela de cristal, libro ganador del Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2023, publicado por la Editorial Capiro en 2024.

De su premio Calendario (Bestia contextual) a Espuela de cristal hay un salto cualitativo notable y una búsqueda del crecimiento como autor. Este cuaderno evidencia que Darién, un amante del verso rimado, especialmente, del soneto, no se conforma; no se acomoda en esa zona de confort, sino que busca más allá.

Con Espuela de cristal Darién se adentra en el complicado reino del verso blanco, con el verso de arte mayor como rey.

Darién ideó un libro cerrado en concepto y dispuesto en cuatro partes bien equilibradas. Dice Roberto Manzano en la nota contracubierta que el poeta utiliza “rapidez de lenguaje y síntesis compositiva”. Concuerdo enteramente con Manzano, ya que, a pesar de tener intercalados poemas más cortos con otros de mayor extensión, los primeros son los que me dicen más. La evidencia de esta afirmación, por ejemplo, se encuentra en el texto “Recipientes”:

La muerte y la poesía son testigos
de los grandes asuntos. Una acaba
donde empieza la otra, y en el centro
el hombre permanece.
Por igual, cementerios y cuadernos
son la consagración de cada vida.

 Este texto resume lo que encontraremos en la primera de las cuatro secciones del libro. Esta va dirigida a los creadores, a los artistas y este difícil oficio que escogimos. Sin caer en lugares comunes ni frases hechas; sin repetir lo que otros han dicho, Darién nos muestra aquello que tenía bien dentro y lo devuelve transformado en letras.

“Puntas romas” fue el primer espuelazo. Bien fino, delicado, sin entrar aún en la carne. Así como deben darse cuando se dan con espuelas de cristal.

El segundo, ya un poco más fuerte, continúa en el interior, pero enfocado esta vez en el hombre. En el ser humano. “El peso de las bestias” mira al hombre desde diversas facetas/puntos de vista: el guerrero, el artista, su relación con Dios, entre otros. Esta es una parte tanto filosófica como hermosa, donde el autor busca y consigue esa empatía con el lector, a través de imágenes directas, líricas y de gran peso de contenido.

El tercer espuelazo, esta vez más extenso en forma, costa de un solo poema en ocho partes. Sin embargo, cada una de ellas funciona de forma individual, en ese viaje al corazón, al ser, al diálogo que rompe la cuarta pared. Aquí Darién nos pregunta y responde; nos alerta o llama la atención sobre el sujeto lírico y sus tribulaciones.

“Ya no vengas, que es tarde”, dijo exhausto.
“Ya no nos queda nado salvo el frío.
Ya no queda más frío, salvo el viento.
Ya no queda más viento que tus ojos”

En esta sección, el sujeto lírico se enfoca reiteradamente en la luz, en el viento, el sol, el brillo, el nacimiento. Quizás en busca de esa sinestesia, de impregnarnos de sensaciones físicas en nuestros sentidos, verso a verso; como una gran novela.

El último es un espuelazo “A fuego lento”. A fuego lento, quizás, por el tema en el que se centra: la casa/tierra/país. ¿Qué es un hombre sino una consecuencia de su entorno? Darién no puede mostrarnos esas luchas internas del sujeto lírico sin mostrarnos el dolor que yace en sus adentros. Las palabras recurrentes como “abandono, tierra, muerte y buitre” nos dicen el tono de esta última sección. Posiblemente, con los textos más críticos y escritos desde la tristeza de ese sujeto lírico que se desnuda, transparente y golpea duro y punteagudo como una certera Espuela de cristal.

 

AHS 3 de enero de 2025
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