¡Queremos ser poetas, no princesas!

Por: Leidys Hernández Lima

En el siglo XXI, aunque casi siempre ha habido alguna improvisadora anónima, nunca de forma numérica, se vuelve a demostrar, dado el desarrollo y la fuerte tradición de este arte, cuánto peso ha tenido el orden social en este asunto. Mujeres improvisadoras hoy existen muchas, pero todas cargan el peso de ser mujer.

La historia de la mujer contada por sus cosas

La palabra mujer tiene un trasfondo semántico que no se dice a viva voz pero sí se siente, se sufre, sobre todo si también eres mujer. Ser mujer no es una elección, se nace; luego se le va incorporando ademanes que te hacen la vida más fácil o te la complican para siempre.

Antes había actividades, labores, profesiones… que fueron diseñadas para las mujeres, y seguramente fue un hombre quién lo decidió así. A ninguno se le ocurrió preguntarle a la mujer si realmente su lugar preferido era la cocina, o si prefería estar en casa antes que salir a dominar el mundo.

En mi caso, aunque mi núcleo familiar me ofreció las herramientas para decidir qué hacer y qué ser, me ha sido imposible deslindarme de herencias patriarcales, de machismos infundidos, y de discriminaciones “inofensivas” que conviven en este macrouniverso que se llama sociedad. Todas esas experiencias igual te joden, te limitan, te hacen daño.

Mientras más años acumulaba, más conciencia adquiría de la diferencia que aún hoy vivimos las mujeres, las batallas campales que tenemos que enfrentar cada día por el simple hecho de decidir compartir los mismos roles que los hombres, por el simplísimo hecho de ser mujer.

Obviamente ningún sector queda exento de este mal, porque a las cosas por su nombre: la discriminación hacia las mujeres es un MAL.

En el año 2018 fui a mi primera gran canturía, ese acto performático que se hace entre una pareja de poetas repentistas o más, que generalmente ocurre en zonas rurales, donde hay montón de personas reunidas solo para ver cantar décimas.

La fiesta ya había empezado cuando llegamos, y digo llegamos porque no fui sola, sino con mi pareja, otro poeta improvisador. Rápidamente los organizadores del guateque nos dieron la bienvenida, y acto seguido le pusieron en la mano a mi pareja una cerveza y le preguntaron a él que si yo quería un refresco.

  • ¿Qué? ¿Desde cuándo yo era sorda, muda, o tenía que pedir permiso para beber algo? Y peor aún, ¿desde cuándo yo no tomaba cerveza?

Justo en ese momento me di cuenta que ese era, posiblemente, uno de los escenarios más machistas en los que había estado.

Tomasita Quiala, la reina del pie forzado

¿Qué cubano no conoce a Tomasita Quiala? Al menos cada habitante de esta isla del caribe sabe que existe, tal vez no todos recuerdan su nombre, pero sí saben que hay una mujer negra y ciega que improvisa y, que además, lo hace muy bien.

Pero no solo sus coterráneos la han aplaudido, muchas han sido las tierras que han escuchado sus versos, siempre rápidos, con varias tonadas, todos perfectos.

Tomasita es natural de Banes en la provincia oriental de Holguín, luego vivió en La Habana, como ella misma dice “por necesidad”, pero fue Madruga quien la adoptara hasta hoy.

“Yo necesitaba estudiar como los demás aunque fuera ciega, y la escuela para ciegos estaba en La Habana. Y para allá me fui a finales de la década del 60. En esa época comencé a sentir que algo me rimaba en la cabeza. Las maestras me ponían a hacer poemitas cuando venía alguna visita a la escuela. Eso era cuando yo era chiquitica-chiquitica, no el tronco de mujer que soy ahora”, recuerda sentada en una silla blanca junto a otras mujeres improvisadoras delante de todo el auditorio del II Congreso de la Décima y el Verso Improvisado, que se celebró en los primeros días de junio de 2024 en Varadero, Matanzas.

Tomasita no ve, nunca ha visto, pero todos en la sala sí la miraban a ella, la observaban, se demoraban en respirar solo por no hacer absolutamente ningún sonido y escuchar solamente su voz, estridente, segura, a veces demasiado alta, pero siempre firme. Todos los participantes, nacionales y extranjeros, atendían cada detalle de su historia, de cómo comenzó en este mundo de la improvisación, capitaneado tradicionalmente por hombres, pero donde ella ha sabido ser reina.

“En el último año de mi secundaria con 19 años ocurrieron los hechos lamentables de la Embajada del Perú en La Habana, y yo hice un poema que se llamaba “Que se vayan los gusanos”, lo escribo y después lo declamo en un matutino. Esas estrofas en realidad eran décimas, aunque en ese momento no lo sabía”.

Cuando Tomasita terminó la secundaria comenzó a trabajar en la Asociación de Ciegos pero siguió participando en actividades culturales. Un día tuvo que confeccionarse un vestuario para una presentación, y fue hasta Las Alturas, ene l municipio habanero de la Lisa, justo ahí comienza la verdadera historia.

“Yo iba subiendo una escalera y escucho a un trecero cantando con otro, lo primero que pensé era que estaban perdiendo el tiempo, pero cuando se comenzaron a ofender, entonces me metí en la controversia. Los que ahí estaban me empezaron a decir que era improvisadora, una mujer mulata ciega e improvisadora. ¿Qué era improvisadora? Yo no lo sabía.

“El 24 de octubre de 1982 fue mi primera presentación pública. Le agradezco mucho al organizador de la Peña de la Lisa, Antonio Rodríguez, podemos decir que él fue el que me descubrió. Lo poco o lo mucho que sé, se lo debo a Antonio”.

Pero cuando el talento se impone, no importa cuándo empezaste, ni dónde, sino lo que eres capaz de hacer, y Tomasita en poco tiempo supo imponerse en los escenarios de toda Cuba y del mundo. Se convirtió en la reina del pie forzado, La Alondra de la Lisa, la mujer improvisadora más popular dentro del género, una de las más rápidas improvisadoras del orbe, aunque tuvo que hacer 14 veces las audiciones en su empresa de la música para convertirse en poeta profesional.

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Guadalupe Blanco, la panderetera que improvisa

Guadalupe Blanco, Lupe, como prefiere llamarse, fue la primera mujer en Galicia en improvisar en escenarios públicos, aunque sabía que en su tierra las regueifeiras no estaban bien vistas, no podían estar improvisando en escenario públicos ni en tabernas, porque las clasificaban como mujeres de mala vida.

“Luego de que me lanzara a improvisar, descubro que hay muchas otras mujeres que también son regueifeiras, solo que improvisaban de la puerta de su casa hacia dentro.

“En Galicia, siempre han sido mujeres las que han cantado de forma aprendida, muchas veces de generación en generación. Soy panderetera desde que era chica, así le llaman a las mujeres que tocan la pandereta en mi pueblo, y además canto coplas, antes aprendidas, ahora improvisadas”, confesó.

Lupe fue otra de las participantes del II Congreso… Llegó desde Galicia, España. Creo que es más rubia de lo que parece, solo que varios días en el sol del caribe le broncearon la piel. Es de estatura baja, cabello lacio y casi corto; nunca la vi usar zapatos de tacones pero sí bailar.

“Llego al mundo de la Regueifa a través de mi bisabuelo, que es considerado el padrino de la Reguiefa, el mejor regueifeiro que dieron las tierras de Galicia, improvisó hasta los 96 años, y se llenaba de orgullo por decir que nunca había perdido ningún combate de improvisación.

“Entonces pensé que si lo que hacía con la pandereta de forma aprendida lo podía improvisar como mi bisabuelo, pues sería mejor. Primero las empiezo a escribir, creé una página en las redes sociales: Regueifando pola vida, y empieza a tener un mérito notorio en mi comarca. La gente se empieza a preocupar por saber quién es esa persona que escribe, pero yo no quería que supieran que era porque verdaderamente hasta ese momento no improvisaba, pero me di cuenta que estaba escribiendo muy rápido, según pensaba escribía. Como en mi pueblo somos muy pocos, pues no demoraron mucho en descubrir que la que escribía era yo”.

Y justo ahí es que “nace” la improvisadora. La comienzan a invitar a reuniones de regueifeiros donde en su mayoría eran señores mayores, que practicaban de forma amateurs, aunque también había profesionales. “Me invitan, pero pensé que era en calidad de “reportera” para mi página de Facebook, pero resulta que me subieron al escenario y estuve tres horas improvisando. Fue la primera regueifa y la más grande que he hecho”.

Cuando los grandes “capos” de la regueifa empezaron a ver a Lupe actuar, les hacía mucha gracia que una mujer improvisara, que fuera además una chica joven. El problema vino cuando la mujer se empezó a destacar, entonces ya no era tan gracioso. “Hay gente que no lo ve tan positivamente, gente que decía que estaba bien que yo fuera pero cuando comenzaron a compartir todos los espacios con la chica no fui tan aplaudida”.

Sin embargo poco le importó. Hoy día, Guadalupe es la única persona en toda Galicia que vive única y exclusivamente del trabajo de la improvisación.

“Soy autónoma y por tercer año consecutivo, desde que se dan los Premios Gallegos de la Regueifa, he sido la ganadora. Pero no es suficiente, después de casi 10 años que llevo improvisando profesionalmente, todavía tengo que aguantar que digan: la chica aún está empezando”.

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Berta Lloss y la glosa catalana

“Mi familia es toda emigrante, mis abuelos son de distintos puntos de la península ibérica, nadie es catalán hablante, pero gracias a la escuela inmersiva entró el catalán a mi casa, y así aprendieron mis padres y mis abuelos”, aclara en un primer momento Berta Lloss, una joven delgada, de pelo ensortijado, de voz dulce pero muy segura de sí misma. Es la tercera mujer en hablar en el panel de “improvisadoras”. Cuenta su historia con orgullo, pero reconoce el peso que hay que cargar si quieres brillar en ese mundo que parece estar creado solo para hombres.

“Mi ocio es improvisar en catalán. Comenzamos a glosar en muchos espacios informales, donde el alcohol también jugaba un papel fundamental. Antes, si me preguntaban si era glosadora, respondía que no, que improviso, pero ser glosadora son palabras mayores”.

Ahí están los prejuicios con los que han vivido las mujeres, cómo se ven a ellas mismas, que no se permiten ponerse esa etiqueta: glosadora.

Berta cuenta que en su tierra, las mujeres que están empezando no se atreven a improvisar en público porque son muy autocríticas con ellas mismas, sin embargo vemos que en los concursos los principiantes son mayoritariamente hombres, y las mujeres que se atreven a improvisar es porque ya tienen un bagaje, una experiencia como glosadoras.

“Entonces uno de los principales retos que tenemos que asumir es ver la mediocridad como algo normal, que nosotras también podemos cantar aunque no tengamos muchas horas de práctica”.

“En mi experiencia como glosadora, porque ya me atrevo a decir que lo soy, me ha ayudado mucho pertenecer a un grupo de mujeres glosadoras, y los criterios son muy similares, pensar que somos mediocres, o que sobramos; por eso no podemos dejar de improvisar”.

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Adriana Fajardo es poeta, no princesa

Adriana Fajardo tiene 21 años y pronto será periodista; pero esa será su segunda carrera, hace más de una década es poeta improvisadora.

“Siempre digo que vengo de un laboratorio y un poco de lo fortuito. Diferente a las experiencias de otras y otros improvisadores, casi siempre se llega a la tradición por herencia familiar, en mi caso no. Palmas y Cañas (el estelar televisivo nacional sobre punto cubano) ni siquiera se ve en mi casa. Nadie tenía ninguna relación con el género campesino ni con la improvisación poética. Mi abuela sí escribía décimas, dominaba la estrofa, se tomaba su tiempo pero solo las escribía”.

Adriana tenía 8 años cuando comenzó en ese mundo de dísticos y pareados. Cuenta que estaba en una clase de Educación Física en la calle, y que llegan unas muchachas haciendo captación para un taller de repentismo, aún sin saber qué era se apuntó.

“Al sábado siguiente mi papá me llevó al taller de repentismo, fui a la clase, luego estuve tiempo sin ir porque aquello no me convencía, pero volví. Después de eso nunca más he dejado de improvisar”.

“Ha sido un proceso que no he visto prácticamente pasar, el hecho de llegar al taller, de hacer redondillas, luego escribir décimas, luego improvisar, después hacer pies forzados, fue una cosa demasiado rápida pero que he disfrutado mucho”.

Aprendió a improvisar en los talleres, esos espacios geniales creados por Alexis Díaz Pimienta, al cual le agradece infinitamente porque de no ser por eso ella, probablemente, nunca se hubiera vinculado a la improvisación.

“Pero también soy resultado de un contexto, -aclara- soy de Madruga, en Mayabeque, tal vez uno de los pueblos que más ama y defiende la tradición. La gente en Madruga vive la décima; en todas las fiestas, en cumpleaños, en fechas señalas, siempre hay décima.

“Me empecé a vincular al mundo de las canturías alrededor de los 13 años. En ese momento llegaba la niña a improvisar, cantaba con otros poetas, con las muchachas contemporáneas conmigo. En realidad nunca me he sentido discriminada por el hecho de ser mujer. Lo que sí puedo señalar es que la diferencia entre una mujer y un hombre improvisando es en el abordaje de los temas. El que canta contigo enseguida comienza a decir: porque eres una princesa, porque eres una flor bonita, o una mariposa que vuela… pero a mi juicio, todos esos halagos que recibimos, son, voy a decir “inconscientemente”, una forma de minimizar la forma en la que las mujeres pueden abordar cualquier tema en el repentismo. En su afán de ser cordiales, los hombres pecan de incoherentes. ¡Queremos ser poetas, no princesas!”

Adriana pronto abrazará su título de Licenciada, pero para que eso ocurra tiene que terminar su tesis. Aún está en medio del proceso investigativo que cuenta la historia de los talleres de repentismo infantil. “Será un gran reportaje que comienza en el año 2000, justo cuando nacieron las escuelas de repentismo. Pero esta investigación, además de ser mi tesis, es también para saldar una deuda con mi pasado y con ese grande de la improvisación que es Alexis Díaz Pimienta”.

Poetas improvisadoras, pocas, pero buenas

Luego de terminar el panel sobre mujeres improvisadoras en lo que fue el II Congreso… los aplausos no fueron pocos. Después de cuatro días de convivencias, de conocer nuevos homólogos que llegaron desde diferentes partes del mundo a hablar de poesía en la isla caribeña, cerrar con estas cuatros joyas de la poesía oral improvisada fue una invitación a seguir de cerca el papel de la mujer dentro de la tradición.

Antes de que el público volviera a sus asientos, Tomasita, siendo muy Tomasita, le arrebata el micrófono a la que estaba a su lado, y comienza a improvisar. Todos vuelven al silencio.

Tomasita

Aquí termina el panel

que hemos hecho entre las cuatro

(y justo en ese momento le pasa la bola, bueno el micrófono, a Adriana Fajardo)

Adriana

Hoy se ha llenado el teatro

de décimas y de miel

Tomasita

Hemos hecho un gran papel

la mañana fue vendita

Adriana

Y aquí estoy con Tomasita

que más pudiera pedir

Tomasita

Que Lupe te haga sentir

Igual que Esther y Adrianita.

“Siento que mi generación ha sido privilegiada, porque ahora mismo los jóvenes que amamos la tradición estamos encontrando espacios en un proyecto que ha sido perfecto en mi línea temporal, y es justamente Oralitura Habana. A muchos les ha pasado que luego de que salen de los talleres de repentismo, más allá de espacios ocasionales para socializar, para compartir, para improvisar, no existen muchos, entonces Oralitura Habana vino a ser ese abrazo a los jóvenes que estamos haciendo improvisación poética, un espacio para reunirnos, para confraternizar, para mezclarnos con jóvenes que practican la improvisación desde otras manifestaciones”.

En mi propio taller donde aprendí, un día regresé como profesora. Fue una experiencia hermosa, yo creo que más que enseñar a improvisar, en los talleres enseñaba a amar la tradición, a defenderla.

En el caso muy particular de Galicia parece que ha sido muy fuerte la tradición de la mujer improvisadora, pero actualmente está tan perdida como el propio arte de la improvisación. En la Alpujarra, solo en 1978, se contó con la primera mujer improvisadora que apareció sobre un escenario. Se trataba de Loli de los Parises. En Italia se halló referencia a una única improvisadora, Liliana Tamberi. Entre los vascos desde hace décadas también la mujer ha tenido afición repentística, esto se demuestra con la improvisadora Maialen Lujambio, la cual ha participaba en campeonatos repentísticos a la fecha de 1996, incorporando temas y puntos de vista femeninos a la improvisación y garantizando la continuidad de un discurso femenino vinculado a la poesía oral improvisada. En el resto de Iberoamérica la presencia de la mujer en la improvisación ha sido pobre, se habla de algunas improvisadoras a principio del siglo XX en Argentina, pero no en ningún otro país. 1

Solo nombres como Farah Montesino, Minerva Herrera y Vitalia Figueroa, profesionales del repentismo de ese siglo, han tomado verdaderamente el estandarte de la improvisación femenina, estandarte que ahora ha venido a retomar Tomasita Quiala

1 Tápanez, Patricia. La poesía oral improvisada en el mundo de lo simbólico.

Administrator 7 de marzo de 2025
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