Por: Reydi Zamora Rodríguez
¿Cómo puedo volver a una estructura si no tengo un pensamiento estructurado? No soy Sarah Kane, pero hoy juego a interpretarla.
La obra 4.48 Psychosis de Sarah Kane es un grito desesperado que captura la intensidad y angustia de la existencia. En ella, Kane expresa el dolor con la desgarradora frase: “Si no puedo tener lo que quiero, no quiero nada”, reflejando el desespero que lleva a los personajes a considerar el suicidio como una salida. La muerte, en este contexto, no es miedo a la vida, sino valor para abandonarla.
La adaptación de 4.48 Psychosis por el Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra nos confronta con esta misma desesperanza. La puesta en escena nos lleva en un viaje oscuro, donde el miedo a estar vivo se convierte en el hilo conductor de la narrativa. “No hay refugio en la realidad”, dice uno de los personajes, reflejando un abismo de desesperanza que la obra explora con una sinceridad brutal. Con un enfoque innovador, el director Juan Edilberto Sosa construye un espacio donde la angustia inherente a la condición humana se muestra sin filtros.
El diálogo “No hay nada que me haga querer seguir vivo” revela el núcleo emocional de la obra y expone la vulnerabilidad de los personajes. Sosa nos presenta el abismo de la locura como única forma de escapar, invitando al espectador a reflexionar sobre el deseo de liberarse de una realidad insostenible.
La naturaleza de la realidad y la construcción del yo
¿Qué es la realidad? ¿Quién define los límites entre lo subjetivo y lo objetivo? Estas son preguntas que emergen constantemente en la obra, y que nos llevan a cuestionar la propia identidad. El “yo” es una construcción colectiva, moldeada por los otros, y el suicidio, tal como lo plantea la obra, se convierte en un acto de ruptura con esa definición impuesta.
El teatro experimental y del absurdo han sido, históricamente, respuestas a los cambios sociales, políticos y filosóficos del siglo XX. Buscaban romper con las convenciones tradicionales del teatro realista, explorando nuevas formas de contar historias y de representar la complejidad de la existencia humana. En este contexto, La Caja Negra sigue explorando la libertad creativa en el teatro cubano, desafiando las formas tradicionales, tanto en su lenguaje corporal como en la interacción sensorial con el público.
La puesta en escena de 4.48 Psychosis
La obra dirigida por Sosa no presenta una estructura narrativa tradicional, ni personajes claramente definidos, lo que la convierte en un monólogo interno o flujo de conciencia. La angustia psicológica de la protagonista, sus luchas con el tratamiento médico y su desconexión emocional son los ejes que sostienen la trama. La estructura fragmentada incluye diálogos con médicos (representados por un coro) y momentos de desesperación, creando un ambiente de caos y fragmentación mental.
La escenografía y la iluminación juegan un papel fundamental en esta adaptación, distorsionando el tiempo y el espacio para reflejar el estado mental del personaje. El espectador se siente atrapado en una espiral de desesperación, lo cual es típico del teatro experimental, donde se empuja al público más allá del rol de simple observador.
El grupo adapta la obra al contexto cubano, integrando elementos que resuenan con la realidad psicológica y social de la isla. El sentimiento de opresión, el aislamiento y la lucha interna adquieren una dimensión colectiva, haciendo que la obra sea tanto una reflexión íntima sobre la salud mental como una crítica a las condiciones de vida y las restricciones sociales en Cuba.
Sarah Kane y la lucha contra el otro
La tragedia en 4.48 Psychosis no se construye a partir de eventos externos, sino desde la mente de la protagonista. Sarah Kane, o más bien, la interpretación que La Caja Negra nos ofrece de ella; está en una lucha constante contra lo que la sociedad ha construido en ella. Su tragedia es la de muchas personas que sienten que no pueden escapar de lo que los otros esperan de ellas, y que encuentran en la muerte una forma de liberarse.
El coro, como en las tragedias clásicas, funciona como un personaje omnipresente, pero aquí es también una extensión de la psique de Sarah. En ocasiones parece que Sarah ya está muerta, y que lo que vemos es una evocación de sus últimos momentos. Este recurso dinamiza el monólogo y crea una atmósfera onírica, donde las fronteras entre la realidad y la fantasía se desdibujan.
En esta puesta en escena coexisten múltiples realidades: la de Sarah, la del coro y la del espectador. El avance de la acción se produce a través de las interacciones de Sarah con el coro, consigo misma y con el público, lo que subraya la ruptura de las formas teatrales convencionales.
Reflexiones finales
¿Quién es Sarah? ¿Quién es esa mujer que decide acabar con su vida para alcanzar una libertad suprema? Sarah Kane no es solo un personaje, es un reflejo de todos aquellos que luchan contra la construcción social de su ser, que sufren la presión de ser algo que no son. Esta lucha constante, en la que el yo se ve moldeado y deformado por el otro es la tragedia existencial que la obra pone en primer plano.
Como dijo Jean-Paul Sartre, “el infierno son los otros”. Esta frase silba a lo largo de la obra, en la que el ser para el otro se convierte en una cárcel. El suicidio, en este caso, parece ser no solo un acto personal, sino una respuesta a la opresión colectiva de una sociedad que nos define desde afuera. La gran pregunta que queda es: ¿El suicidio es una decisión personal o es el resultado de una construcción colectiva?
Todos jugamos a interpretar a Sarah Kane en algún momento. Todos somos el otro que construye y destruye al yo. Porque, al final, el otro no existe afuera. El otro siempre soy yo.
El otro no existe afuera: El otro soy yo