Por: Lisbeth Lima Hechavarría
Foto: Teatro Corral de Comedias
Sin la pretensión de mezclar el tema genérico en cuanto a identidad sexual versus biología, y género literario, sí es válido mencionar que se observan encrucijadas entre la indeterminación literaria de este relato, escrito en primera persona, y la confusión identitaria del/de la protagonista, probable autor(a) de la obra. Transgenéricos, relato y personaje obligan al lector a no pensar según una lógica genérica sino a repensar el funcionamiento por géneros y su arbitrariedad. Bajo mi criterio de concebida con el propósito de apoyar la petición del reconocimiento de los servicios militares de la Monja Alférez, Historia de la Monja Alférez Catalina de Euraso escrita por ella misma opera, a partir del relato del viaje hacia América y luego por todo el nuevo continente, una transformación de lo transgresivo en aventuras literarias tradicionales que hacen del/de la protagonista un héroe popular. Además, el texto se inserta en una campaña de promoción más vasta que evidencia la importancia de otros factores que afloran en el relato (estamento, religión, origen cultural, etc.), de las redes clientelares y de la influencia de los vascos, a la hora de explicar el éxito de la Monja Alférez (Segas 204).
Entre las disímiles lecturas que ha tenido este personaje histórico-popular encontramos vértices comunes para varias tesis sobre su historia, entre ellos los archidiscutidos han sido su identidad de género, la autenticidad del argumento, dígase desde lo autógrafo hasta la propia existencia de Catalina de Euraso. También tienen su auge los análisis acerca del tipo de texto que nos encontramos al leer la Historia de la Monja Alférez, Catalina de Euraso escrita por ella misma. ¿Se trata de una autobiografía o de una biografía? Si bien está claro que realmente no lo escribió ella misma, como vende su título, aunque lo haya dictado a un escribano, conociendo las diferencias legítimas, notorias e identitarias que trae consigo el ejercicio de la escritura personal, podríamos preguntarnos entonces: ¿Hasta dónde realmente pueden establecerse los límites entre uno u otro género teniendo en cuenta el contexto histórico-cultural de la época? ¿Estamos en presencia de un texto que cumple con los preceptos literarios o más bien es un documento que recoge data de importancia para una auditoría histórico-sociomilitar? Sería interesante también cuestionarnos acerca de la intención real de la obra ya que no es descabellado analizarla como otra de las estrategias epónimas del personaje en cuestión; lo cual evidentemente llevaría consigo la campaña de gloria y pleitesía hacia la corona española, el fomento de la autonomía vasca y ya por consiguiente la estratagema militar y la autoridad del héroe.
Casi todo se ha escrito sobre la Historia de la Monja Alférez, y la fama del protagónico, ambos misteriosos y creadores de un amplio espectro hermenéutico; sin embargo, parece que queda todo por decir. A partir de esta paradoja previa y de mi propia lectura del texto, abordo acerca de las diferentes pistas de reflexión que pueden matizar los diferentes enfoques críticos. Conviene recordar ahora a los actores y los medios que intervinieron en la transmisión de esta historia singular hasta hoy. No se conoce el manuscrito original de la obra, pues, según el texto mismo, las fechas que salen en él y otros documentos encontrados en diferentes archivos, fue compuesto durante el viaje de regreso de la Monja Alférez, en 1624. Se sabe que Erauso entregó al editor madrileño Bernardino de Guzmán un manuscrito en 1625, que es la fecha que se le confiere a lo que debió ser esa primera versión. Gracias a una larga cadena de amanuenses que se suceden y a pesar del silencio que ocurre entre la segunda mitad del siglo XVII y la segunda mitad del siglo XVIII, el texto nos llega con la edición publicada por José María de Ferrer en 1829 en París que es, pues, la edición príncipe. Explica Ferrer que se valió de un manuscrito de su amigo Felipe Bouza copia a su vez de otro guardado en la Real Academia de la Historia de Madrid y que procede de la famosa colección de manuscritos de Indias de Juan Bautista Muñoz. Este último lo copió a partir de otra copia efectuada por Cándido María Trigueros, poeta y dramaturgo del siglo XVIII. La conexión de Trigueros con copias o ediciones anteriores de la obra pasa posiblemente por la familia vasca Urbizu: Trigueros sacó una copia del texto de un cuaderno de un tal Domingo de Urbizu, radicado en Sevilla (Alguacil Mayor de la Casa de Contratación), que tenía vínculos con el Nuevo Mundo (Segas 205). O sea, cinco manos previas a la edición de Ferrer. ¿Por cuántos cambios que pudieran haber modificado una edición crítica entonces corrió dicho texto? De aquí parte el análisis en cuanto a la ficción y lo verídico de los sucesos en la Historia de la Monja Alférez…
Realmente sería un poco absurdo dudar de la existencia de Catalina de Erauso y de sus muchas aventuras a uno y otro lado del Atlántico. Numerosos testimonios, entre ellos su partida de bautismo, relaciones militares en que aparecen sus hazañas, un expediente que consta de varias peticiones, certificaciones, y que fue presentado al rey en 1626 para pedir el reconocimiento de sus servicios y méritos, constituyen pruebas irrefutables de su existencia andariega y excepcional. Dos pasajes de su vida, supuestamente sacadas del original que Erauso dejó al editor madrileño, vieron la luz en 1625 (una en Madrid y la otra en Sevilla, a cargo de Simón Fajardo) mientras que se cuenta el final de su vida en Nueva España en una relación impresa en México en 1653 por la viuda de Bernardo Calderón. Por fin se conocen desde hace poco dos nuevos manuscritos localizados por Pedro Rubio Merino en el Archivo Capitular de Sevilla, dos copias —inacabada la segunda— que presentan ciertas diferencias con el texto de Ferrer (Segas 206). Es necesario recordar que en 1625 o a principios de 1626 se estrenaba también una comedia compuesta por Juan Pérez de Montalbán y titulada La Monja Alférez. Pero, la comedia no pudo escribirse antes de 1625, ya que Erauso regresó de América a finales de 1624, y después de 1626 puesto que termina anunciando que la Monja está en Roma, lo que ocurre realmente en 1626. De aquí las diferencias respecto a lo cronológico del relato-testimonio y sus reproducciones, como mismo otro ejemplo es el año de su nacimiento, ya que para ello el único dato debatido es su fe de bautizo, pero, ciertamente, es relativa esa prueba ya que pudieron no haberla consagrado en la misma fecha de su nacimiento.
Por su parte, la investigadora Sonia Pérez Villanueva, en su texto “Historia de la Monja Alférez: ¿escrita por ella misma?”, Memoria de la palabra: Actas del VI Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro, Burgos-La Rioja 15-19 de julio 2002, dice:
Hay varias razones para creer que la propia Catalina de Erauso fue, si no la autora, la narradora de sus aventuras. La existencia y notoriedad de su personaje pudieron ser motivo suficiente para que la Monja Alférez viese la necesidad de contar su historia para contrapesar los correveidiles escandalosos que fueron de corral a taberna, de plaza a iglesia. No obstante, esto no prueba que las ediciones a las que tenemos acceso hoy en día fuesen el texto que Catalina de Erauso narró en un principio. Copistas y editores han podido modificar, con fines de marketing, el manuscrito original dando un carácter más sensacionalista a la obra.
El personaje histórico (y posible autor, según el título) del que se alimenta el protagonista de la Historia de la Monja Alférez, Catalina de Erauso, escrita por ella misma tiene una identidad nominal algo confusa, ya que se le conoció por aquel entonces, tanto en la realidad como en el relato, como Catalina de Erauso, Francisco de Loyola, Alonso Díaz Ramírez de Guzmán, Antonio de Erauso o la Monja Alférez. El proceso de construcción identitaria se plasma a través del viaje y de su narración.
Desde el descubrimiento, América siempre ha sido para muchos europeos el continente de la realización del modelo del self-made man. Aún más para los que iban de segundones o para los seres marginados en una sociedad fuertemente regida por los criterios del género sexual y cultural (dominado por el patriarcado), social (estamentos, linajes), espiritual (religión católica) y racial. Eminentemente barroco, este personaje ambiguo transgrede ciertas normas sociales, culturales y legales a lo largo de su periplo americano. La Monja Alférez, un seudónimo que reúne en un oxímoron una función femenina que remite al encierro y una función masculina vinculada a la guerra y el viaje, es un personaje totalmente trans: sus viajes son transatlánticos y transamericanos, sus identidades, así como su obra son transgenéricas y transitorias, mediante el travestismo se vuelve un transeúnte transgénero. Dicho de otro modo, el prefijo trans, que se aplica a todo lo que Erauso hace, expresa la idea del desplazamiento perpetuo, una calidad precisamente negada a las mujeres del siglo XVII. Con la Monja Alférez desaparecen las fronteras, las separaciones tradicionales. Se coloca en la intersección o la transición entre lo femenino y lo masculino, las armas y las letras, Europa y América, etc. (Segas 207). Asimismo, esto permite una lectura teórica y metodológica transdisciplinar y multifocal, teniendo en cuenta los valiosos resultados de los estudios culturales (estudios de género, queer, feministas, historia cultural), además del enfoque sociocrítico que intenta tomar en cuenta los contextos de producción y recepción (aspectos interdiscursivos) de la obra y en un análisis de índole más estructuralista al considerar las estrategias narrativas.
La Historia de la Monja Alférez parece precisamente empezar como una autobiografía que podría estar en el cruce entre la novela picaresca y la autobiografía espiritual. El relato picaresco suele referirse a un mundo masculino con héroes masculinos (aunque no es un imperativo, como lo demuestran La pícara Justina o La Lozana andaluza) y la autobiografía espiritual a un mundo conventual femenino (la última parte del título, “escrita por ella misma” recuerda, por ejemplo, la del título de la obra de Santa Teresa, La vida de la Santa Madre Teresa de Jesús, y algunas de las mercedes que Dios le hizo, escritas por ella misma) (Segas 210). La mezcla de ambos géneros es evidente en el primer capítulo de la obra y genera desde el principio oscilaciones fundamentales entre géneros sexual, social y literario, cuya asociación es en muchos casos reveladora.
La confluencia de los géneros y la figura huidiza del autor llevan a James J. Pancrazio a formular la idea del texto apócrifo a partir del problema del género sexual, socavando así el pacto autobiográfico establecido por Philippe Lejeune respecto a la correspondencia entre autor, narrador y personaje. Se cuestiona tanto la dimensión autobiográfica del texto como el género autobiográfico, también la adecuada aplicación al relato del término autobiografía, según la definición que Lejeune establece a partir de las autobiografías confesionales de tipo rousseauniano. En efecto, nunca se nos da a leer o a conocer los sentimientos, la intimidad, los conflictos psicológicos del personaje; se nos presentan solamente sus actos, a la manera de una relación de méritos y servicios.
El relato de la Monja Alférez se presenta como una historia centrada en un solo individuo que es en realidad varias personas simultánea o sucesivamente, orientada hacia cierto fin, en este caso, la representación de una figura excepcional, extraordinaria para lograr el reconocimiento de sus méritos y servicios al rey. El texto recurre para ello a un género muy de moda, el de la autobiografía militar o probanzas de méritos, tipo de relato que florece con la conquista de América ya que muchos soldados querían obtener premios por sus servicios. Desde la pretensión de la humildad, la relación de méritos y servicios es el modelo original de la novela picaresca. Recurre también a una dimensión épico-histórica que lo ennoblece. Los episodios contrastan con el énfasis, muchas veces pomposo con el que se narra lo moralmente condenable. Esto no es más en realidad que una estrategia narrativa: la justificación por vía de la excepcionalidad. De este modo la atención del lector permanece enfocada en lo que parece ser el objetivo primero de Euraso: disfrazarse para no ser hallada e ir de vuelta al convento. Dicho de otra manera: la mirada del lector permanece enfocada en la condición de mujer disfrazada de hombre. Por consiguiente, su excepcionalidad nace de dos aspectos: la confusión genérica que lo/la caracteriza y que se expresa en un relato transgenérico y la vida y hazañas extraordinarias que realiza.
Es innegable la importancia histórico-socioliteraria que tiene la obra en cuestión, así como las diversas interpretaciones académicas y populares que ha tenido a lo largo de los siglos, tal lo demuestran los perennes estudios al respecto. Axiomática también resulta la recepción artística y crítica tan polifacética como el relato y el personaje en sí. La Monja Alférez muda de piel constantemente para volver a reencontrarse a sí misma en los diferentes aspectos de su identidad huidiza, reducida a un disfraz como consecuencia de la estrategia inicial. Se vuelve un personaje-telón en el que se proyectan las fantasías o las ideologías de una época. Lo mutable de un relato supuestamente autobiográfico muy probablemente manipulado no permite desentrañar al personaje circunstancial que fue y que al fin y al cabo devela mucho más de sus estudiosos y críticos, de nuestros puntos de vistas e interpretaciones que del propio misterio que representa la Historia de la Monja Alférez, Catalina de Euraso escrita por ella misma.
Obras citadas
Aresti Esteban, Nerea. "Género e identidad en la sociedad del siglo XVII." Vasconia, vol. 35, 2006, pp. 49-62.
Cruz, Diana. "Historia de un sujeto ejemplar: Catalina de Erauso, la monja alférez." Cuadernos de literatura, vol. 14, no.28, 2010, pp. 156-171.
Gómez, María Asunción. "El problemático ‘feminismo’ de La Monja Alférez de Domingo Miras." Espéculo. Revista de Estudios Literarios, vol. 41, 2009.
Pérez-Villanueva, Sonia. "Historia de la Monja Alférez: ¿escrita por ella misma?" Memoria de la palabra: actas del VI Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro. Burgos-La Rioja 15-19 de julio 2002. Iberoamericana Vervuert, 2004.
Sánchez, Blas. "Catalina de Erauso, la Monja Alférez. Autobiografía, ficcionalización y construcción genérica." pp. 2008.
Segas, Lise. "Más allá de los problemas de género(s): El enigma del reconocimiento de la Monja Alférez a partir del relato «trans» de la «Historia de la Monja Alférez»(1625)." Studia Aurea vol.9, 2015, pp. 203-240.
Cuestiones de género en la representación histórico-cultural de la Monja Alférez