Apuntes que no conforman una lógica evolutiva

Por: ​Reydi Zamora Rodríguez

 

El arte, como un organismo vivo, evoluciona para adaptarse a los cambios del entorno. En el caso de Santiago de Cuba, una ciudad tradicional marcada por los cánones académicos y la influencia de la pintura, la escultura y el grabado, hablar de lo contemporáneo hasta hace poco era una utopía. A no ser que se viera este concepto no como la base de una filosofía de vida creada posterior a los años 60 del pasado siglo, sino como la impronta de lo realizado en el “ahora”.

La relación entre el arte contemporáneo y la tradición en Santiago de Cuba puede compararse con la convivencia entre fósiles vivos y nuevas especies en un ecosistema. Las manifestaciones artísticas tradicionales, como la pintura paisajística o el realismo académico, funcionan como los fósiles vivos de la ciudad: resistentes, adaptadas a su entorno durante siglos, pero limitadas en su capacidad de responder a los desafíos actuales. La ciudad está llena de vitrinas con especímenes que solo representan el pasado y el anhelo de encontrar lo que en algún momento fue renovador, estocada de modernidad pero que ahora perece ante los códigos nuevos que el contrato social determina bajo el concepto de “arte”.

Por otro lado, el arte contemporáneo actúa como una especie emergente, con una capacidad de adaptación superior y una voracidad por ocupar nuevos nichos creativos. Instalaciones, performances y piezas multimedia se desarrollan como mutaciones genéticas en el arte santiaguero, empujando los límites de lo que es posible dentro de las instituciones culturales. Este proceso no implica la extinción de las formas tradicionales, sino una hibridación constante: un intercambio simbiótico donde ambas corrientes se influyen y, en algunos casos, evolucionan juntas.

La ciudad intenta romper los cristales y las urnas que cuidan los cánones atrasados con el acontecer del arte hoy. No son pocos los artistas e intelectuales que intentan desgarrar la brecha con el pasado -siempre desde el respeto- pero con la evolución en la mano. No son menos los que se aferran al pasado con uñas y dientes para escapar de la banalidad que en algunos momentos puede traer aparejado lo nuevo cuando no se comprende a profundidad.

A modo de costumbre, cada dos años, en el mes de diciembre se celebra en la provincia santiaguera el Salón Provincial de Artes Plásticas Santiago Artes Visuales y Experimentación (SAVE); esta vez en su XXIV edición. Este evento es un laboratorio evolutivo donde los especímenes mostrados como obras de arte compiten por el espacio y la atención del público. Mientras algunas propuestas contemporáneas parecen chocar frontalmente con las convenciones establecidas, otras encuentran maneras de integrar elementos tradicionales, generando formas híbridas que desafían las categorías preexistentes.


Convocado por el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño bajo la dirección de la artista Grettel Arrate Hechevarria, directora y figura representativa de la institución, a ojos de mucho puede ser insignificante, pero demuestra el cambio de paradigma de las instituciones culturales que se encuentran en un entorno de transformación hacia lo más novedoso en el mundo artístico. Y ejercen una presión al cambio sobre algunos artífices e intelectuales que solo conservan piezas museables, no desde el punto de vista artístico de obra de arte, sino con una ideología reacia a “lo nuevo”. 

Las instituciones culturales de Santiago de Cuba funcionan como el hábitat en el que estas dinámicas evolutivas se desarrollan. A partir de la perspectiva del evolucionismo, las instituciones pueden entenderse como ecosistemas que, durante mucho tiempo, favorecieron únicamente a las especies artísticas tradicionales. Sin embargo, el auge del arte contemporáneo ha actuado de cambio climático repentino, obligando a estas instituciones a adaptarse o arriesgarse a volverse obsoletas.

El XXIV Salón Provincial representa un claro ejemplo de cómo las instituciones han comenzado a transformarse para acoger las nuevas tendencias. Este proceso no ha sido lineal ni exento de conflictos. Por momentos, las instituciones actúan como depredadores que intentan controlar y limitar el alcance de las obras más radicales, mientras que en otras ocasiones se convierten en aliados esenciales para la propagación de estas nuevas expresiones.

Esta relación puede compararse a la simbiosis entre ciertos organismos: las instituciones, al igual que los árboles en un bosque, proporcionan soporte estructural y recursos a los artistas, pero también imponen límites al crecimiento de las propuestas más disruptivas. Los artistas contemporáneos, por su parte, actúan como epífitas que se aferran a estas estructuras, utilizándolas de trampolín para alcanzar nuevos horizontes creativos.

El espacio expositivo este año fue una representación de la situación en las que se encuentra inmersa el país. En gran medida el arte representa las experiencias de vidas de los artistas. En Cuba estamos viviendo tiempos que el interés de la participación en espacios y eventos se vuelve cada vez menor –de participantes y de públicos- debido a múltiples factores políticos y sociales e ideológicos. La galería este año no contó con la presentación masiva de artistas que colmaban las salas en las ediciones anteriores. Esto no quiere decir que no hubo una representación numerosas - de artistas consagrados y noveles-, pero después de posponer la recogida de obras varias veces la inauguración no se vio representado la nómina de artistas y propuestas disminuyeron -no en calidad- con respecto a otros años. Claro, esto es una percepción de los espectadores y no las cifras frías representadas en las gráficas de estadísticas.

Las obras presentadas mostraron gran factura visual, lo que no solo habla bien de los artistas, sino del proceso de selección de la galería a la hora de decidir cuál sería el termómetro por el que se mida la experimentación y la contemporaneidad en la provincia. Aunque algunas obras quedaban varadas en lo tradicional en el arte, la curaduría hizo un buen trabajo en homogenizar la muestra y que el conjunto siguiera las ideas conceptuales del evento. 

La dialéctica demuestra que vivimos en un proceso continuo de cambio, lo cual aparejado con la teoría evolutiva puede hacer que lleguemos a la conclusión especulativa no desde el positivismo que en gran medida la trasformación social se hace para adaptarse y no pereces como especie. Este año trajo cambios que se hacen evidente en el proceso artístico y la vida cultural. Un ejemplo significativo es la Academia Provincial de Arte José Joaquín Tejada. Hacía años era el centro representaba un cadáver de lo que alguna vez fue un ser con vida. Hace algún tiempo se realizó un cambio de directivos, y como siempre las nuevas ideas traen cambios, en este caso positivos. Varios de los estudiantes de la institución se ven imbricados con frecuencia en la construcción colectiva del arte santiaguero.

La participación de los estudiantes de la academia de arte en el XXIV Salón Provincial puede verse como la introducción de una nueva generación de mutaciones en el ecosistema artístico de Santiago de Cuba. Estos jóvenes, formados en un contexto académico que fomenta la experimentación y el pensamiento crítico, representan la diversidad genética que impulsa la evolución del arte local.

Sus obras, muchas veces más arriesgadas que las de los artistas establecidos, funcionan como variaciones genéticas que exploran nuevas posibilidades estéticas y conceptuales. Algunas de estas propuestas fracasan en su intento por adaptarse al entorno institucional y social, mientras que otras encuentran un nicho fértil desde el cual crecer y expandirse.

En este sentido, los estudiantes no solo son portadores de nuevas ideas, sino también agentes de cambio que obligan al ecosistema cultural a reconsiderar sus prioridades. Su visión fresca y audaz introduce un elemento de imprevisibilidad en el Salón Provincial, desafiando a las instituciones y los artistas consagrados a adaptarse a un entorno cada vez más competitivo y dinámico.

Entre los galardonados del evento se encuentran dos estudiantes de la enseñanza artística, Amalia Herrera Pajaro y Sandro Miguel Castillo Basulto. Con la obra “El día que la tierra se desbordó”, Amalia ganó el premio para la realización de un proyecto de exposición. A su vez, a Sandro se le otorgó el premio monetario por la realización de una exposición colateral en el venidero SAVE. Las menciones fueron para Yuri Elías Seoanes, Marlon René Aguilera Fleitas y Javier Reyes Montoya.

Diferentes instituciones otorgaron galardones colaterales en el evento: Rae Javier Cobas, por la Asociación Hermano Saíz, con una obra experimental significativa; Gilberto Martínez, por la Unión Nacional de Escritores y Artistas (UNEAC); y Patrimonio Cultural a Luis Enrique Pérez, con mención para Gilberto Martínez.

El arte, al igual que los organismos vivos, no puede permitirse el lujo de permanecer estático. En un mundo marcado por el cambio constante, la capacidad de adaptación se convierte en una cuestión de supervivencia. El XXIV Salón Provincial demuestra que el arte santiaguero, aunque profundamente arraigado en tradiciones históricas, está en pleno proceso de evolución.

Desde esta perspectiva, el proceso puede entenderse como una selección natural donde solo las propuestas más relevantes, innovadoras y significativas logran prosperar. Sin embargo, la relevancia en el arte no se mide únicamente por su capacidad de adaptarse a las tendencias globales, sino también por su habilidad para dialogar con el contexto local. En este sentido, el desafío para los artistas santiagueros es encontrar un equilibrio entre lo global y lo local, entre la tradición y la contemporaneidad.

El (SAVE) puede entenderse desde un microcosmos del ecosistema artístico de Santiago de Cuba. En este espacio, las dinámicas evolutivas del arte se hacen visibles, mostrando cómo las tendencias contemporáneas compiten, coexisten y dialogan con las formas tradicionales. Las instituciones culturales, los artistas establecidos y las nuevas generaciones de creadores actúan como agentes de un proceso de adaptación que redefine constantemente el paisaje cultural de la ciudad. Esta evolución, aunque a menudo conflictiva, es esencial para garantizar la vitalidad y relevancia del arte santiaguero en un mundo cada vez más globalizado.

El fin del arte y el inicio del lenguaje: contemporaneidad como vida filosófica

Arthur Danto proclamó la muerte del arte como un grito silencioso en medio de las galerías del siglo XX. Pero su declaración no era un epitafio, sino un renacimiento: la muerte del arte académico, técnico y mimético marcaba el surgimiento de un nuevo lenguaje, uno que se deslizaba más allá de los pigmentos y las formas, para encontrarse con las ideas. En este giro, el arte contemporáneo abandona su antiguo mandato de representación para convertirse en filosofía visual, en pensamiento encarnado.

La contemporaneidad puede entenderse, entonces, como la vida que sigue después de la muerte de la técnica académica. Si el arte alguna vez se limitó a dominar las formas de la perspectiva renacentista o los ideales clásicos de belleza, su muerte dejó un vacío que pronto se llenó de palabras, de conceptos, de interrogantes. En esta nueva era, el lienzo es solo un soporte más, y las técnicas tradicionales son cadáveres que sirven como fósiles, recordatorios de un pasado que ya no gobierna el presente.

En este contexto, el arte contemporáneo no busca ser bello ni siquiera técnicamente perfecto; busca ser significativo. Es el lenguaje del mundo hecho imagen, acción, instalación. Un artista contemporáneo no pinta porque deba, sino porque el acto de pintar es un gesto que dialoga con otros discursos: políticos, sociales, filosóficos. Si antes el arte era un espejo que reflejaba el mundo, ahora es una ventana que lo cuestiona.

Arthur Danto afirmaba que la llegada del arte contemporáneo señalaba "el fin del relato" del arte, un momento donde ya no era necesario progresar hacia un ideal técnico o formal. En cambio, cada obra existe por sí misma, habitando un universo de posibilidades. Así, la contemporaneidad se convierte en un espacio donde lo que importa no es cómo se hace arte, sino qué significa hacerlo. Es la muerte de la técnica, pero la vida de la narrativa, del pensamiento y de la multiplicidad de lenguajes.

La técnica como cadáver y la idea como espíritu

En Cuba, este cambio puede entenderse como una ruptura con la tradición académica que alguna vez dominó las escuelas de arte, donde la destreza técnica era la medida de un buen artista. Hoy esas técnicas son herramientas opcionales, no dogmas. En su lugar, el arte cubano contemporáneo se ha convertido en una plataforma para explorar las tensiones entre la identidad, la globalización, la política y la memoria y la transculturación.

Metafóricamente, podríamos decir que la técnica académica en el arte cubano es un naufragio en la arena: sigue visible, pero ya no navega. En cambio, el lenguaje, la filosofía, las ideas son las mareas vivas que empujan al arte hacia nuevos horizontes. Este cambio no significa un desprecio por la tradición, sino una transformación de su función. La técnica, como en las palabras de Danto, ya no es el fin del arte, sino un medio más en un campo infinito de posibilidades conceptuales.

Si aceptamos la muerte del arte en el sentido de Danto, debemos también aceptar que la contemporaneidad es su resurrección. Es un arte que ya no vive para complacer al ojo, sino para desafiar a la mente. En este renacimiento, cada obra es un acto de filosofía, una pregunta lanzada al universo. Así, el arte contemporáneo no es solo el fin de algo; es, sobre todo, la promesa de una vida más rica, compleja y filosófica. Es la negación del silencio y la afirmación de un lenguaje que, aunque nunca definitivo, sigue encontrando formas de hablar.

En última instancia, el arte en Santiago de Cuba no es una especie en peligro de extinción, sino un organismo resiliente que, a través de la experimentación y la innovación, encuentra nuevas formas de florecer en un entorno en constante cambio. Como bien demuestra el XXIV Salón Provincial, el arte es, ante todo, una forma de vida que se adapta, muta y evoluciona, siempre en busca de nuevos horizontes del sonido de la imagen.

 

 

 

 

AHS 15 de enero de 2025
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